Un modelo de turismo deportivo debería orientarse al desarrollo general del territorio. Esto que parece una obviedad, en ocasiones da la sensación de ser olvidado y los planes de turismo deportivo parecen un fin en sí mismos. La apuesta por el fomento del turismo deportivo nace (o debe hacerlo) para mejorar las condiciones socioeconómicas generales de un territorio, es por ello que esta apuesta debe enmarcarse en ese proyecto integral de desarrollo.
En este sentido, el turismo deportivo para el desarrollo de los entornos rurales debe plantearse bajo “una concepción integral y dinámica del desarrollo, donde el territorio, el paisaje, el medio ambiente, la economía productiva y las actividades recreativas y de ocio no son compartimentos estancos, sino partes de un todo interdependiente” (Moyano y Moscoso.
Un modelo de turismo deportivo desde este enfoque integral y dinámico deberá ser colaborativo, integrándose con otras políticas sectoriales, colaborando con otras administraciones de diferentes niveles y trabajando en red con otros territorios. Esto último es especialmente relevante cuando el entorno natural sobre el que se fomenta la oferta turístico-deportiva sobrepasa los límites de una única administración. Algunas empresas que ofrecen actividades sobre territorios que superan una única administración (Pirineos, Picos de Europa, etc.) me han trasladado sus dificultades para los trámites en estos casos. Además, en el caso de diferentes niveles políticos, es fundamental esta colaboración para tratar de dotar de una coherencia a la generalidad de los proyectos que se impulsan sobre un territorio y la búsqueda de sinergias entre políticas públicas locales, comarcales, regionales, estatales y supraestatales.
Además, los resultados de algunos estudios de demanda de turismo deportivo en la naturaleza nos muestra una capacidad de atracción mucho más limitada que lo que suele exponerse en los planes y proyectos de fomento de este tipo de turismo. Parece poco recomendable “poner todos los huevos en la misma cesta” del turismo deportivo. Por este motivo, es necesario que el proyecto de promoción del turismo deportivo en un entorno rural se vea acompañado por acciones de promoción de otros potenciales como la cultura, la gastronomía, el patrimonio, los servicios o la industrialización rural.
Una comunidad no debería basar su principal función exportadora únicamente en el turismo de naturaleza. Su techo es muy bajo y su capacidad de crecimiento muy pequeña. Inevitablemente tiende a derivar en turismo flotante con mucha mayor capacidad de crecimiento pero también con una altísima volatilidad. En poco tiempo se puede pasar de la gloria a la penuria más grande. Lo ideal sería que una parte de ese turismo se reconvirtiera en turismo cultural urbano… La existencia de este tipo de turismo puede rebajar la presión sobre el turismo de la naturaleza y se trata también de un turismo no volátil, anclado al territorio.
Un modelo integral de desarrollo del turismo deportivo en la naturaleza deberá basarse en políticas de desarrollo tanto endógeno como exógeno.
Una primera perspectiva de desarrollo rural entendía estas zonas como periferia a los centros dinámicos y se planteaba la posibilidad de transferir prácticas, tecnologías y modelos progresivos desde las regiones y sectores dinámicos. La ineficacia de estos modelos llevó a que en los años 80 comenzase a aplicarse un enfoque más integrador para el desarrollo de los territorios rurales, dando especial relevancia a los recursos propios (endógenos) del mismo. Esta estrategia se articula a partir de los recursos de la propia zona, tanto físicos, sociales como culturales. Por otra parte, para dinamizar dichos recursos, la estrategia se apoyaba fundamentalmente en la implicación de los actores locales. Este enfoque también mostraba limitaciones en muchos casos en los que no existían las bases para la cooperación entre agentes locales o poblaciones con capacidades limitadas para emprender nuevos desarrollos socioeconómicos.
Ante esto, el modelo propuesto debería basarse en un enfoque mixto que aproveche las potencialidades de ambos enfoques y se adapte a las necesidades propias de cada territorio, basándose en los recursos propios del territorio y apoyándose a su vez en transferencias tecnológicas, de conocimiento y financieras de fuera del mismo. Un caso claro pueden ser algunas zonas en las que la población ha alcanzado niveles de envejecimiento con los que resulta muy complicado encontrar personas con formación y habilidades para dinamizar proyectos de turismo deportivo. Una alternativa puede ser atraer personas emprendedoras y empresas de fuera del territorio, apoyando mientras tanto la formación de las personas locales, el apoyo a iniciativas de esos emprendedores locales o el atractivo de establecerse en la zona para esas personas foráneas. La base principal sigue siendo el potencial endógeno, si bien no parece lógico rechazar por sistema las ventajas exógenas que pueden reforzar el modelo de desarrollo de un determinado territorio. Será por tanto necesaria, la articulación de la política de turismo tanto a nivel local, regional, nacional e incluso supraestatal como es el caso europeo con sus ayudas al desarrollo.
Modelo estratégico
Aunque resulte una obviedad, es necesario que los planes y proyectos de turismo deportivo para el desarrollo del territorio se enmarquen en un proyecto estratégico. Un proyecto en el que se hayan analizado los problemas y las tendencias, las debilidades y las fortalezas del territorio.
Respecto a las tendencias del turismo deportivo. Pienso que deben superarse las barreras de una consideración limitada del deporte y ofrecer actividades físicas para cualquier condición e interés si se entiende oportuno. En ocasiones la propia denominación de ‘turismo DEPORTIVO’ puede llevar a limitar las posibles actividades. A la hora de diseñar el modelo es imprescindible superar esas limitaciones y poder plantear actividades ‘soft’, dirigidas a un público con un menor interés en el aspecto físico o de desafío. Un ejemplo pueden ser las ofertas de cicloturismo familiar con las que conocer territorios de forma tranquila, sin un excesivo esfuerzo en bicicleta. en la que varios ponentes afirmaron que las mayores posibilidades del mercado del cicloturismo estaban en estas actividades de disfrute y conocimiento del territorio en bicicleta, más que en un cicloturismo ligado al ciclismo-deporte.
Otro ejemplo puede ser la práctica de surf en costas con olas relativamente pequeñas, que no serán atractivas para los surfistas que buscan grandes emociones, pero que permiten a personas sin mucha experiencia practicar un deporte muy atractivo como son las disciplinas del surf. Estas ofertas muestran una importante solidez en el mercado ya que se dirigen a un público mayor.
Me gustaría aclarar que esta idea tampoco debe limitar las posibilidades para aquellos territorios que cuentan con condiciones especiales para una práctica deportiva concreta y pueden convertirse en grandes atractores de practicantes de todo el mundo, muy especialistas de un determinado deporte. Una de las mejores ‘olas izquierdas’ del mundo, Mundaka (Bizkaia), siempre será un atractivo para surfistas de nivel procedentes de cualquier parte (al menos mientras dure); pero pocos pueblos tienen la suerte de tener una ola de esas características.
Estos ejemplos muestran la importancia de una buena identificación de los recursos de los que dispone el territorio, sus fortalezas, debilidades, oportunidades que se le plantean y, especialmente, la capacidad de innovación para ofrecer nuevos productos y servicios atractivos a partir de los recursos con los que se cuenta. La competencia entre territorios que cuentan con redes de senderismo y centros es enorme y por desgracia, la diferenciación escasa. Por lo general, la diferenciación suele estar en el resto de recursos y actividades que conforman el producto turístico alrededor de esas sendas y rutas. Juanma Murua