El deporte históricamente ha sido una herramienta habitual para fines políticos. Ya en la antigua Grecia, en la que durante los juegos se asociaban las concepciones éticas a las ideas acerca del cuerpo y la política y en la época clásica la aristocracia griega incluyó en su ideal de estilización, prácticas disímiles como son: la retórica, la filosofía, la música, el teatro y los juegos.
La noción de Estado-nación siempre ha necesitado crear una conciencia e identidad nacional a través de la unidad social y cultural de sus habitantes y el deporte, sus deportistas y los eventos deportivos han sido una herramienta profusamente utilizada con estos fines.
Casos como el de la Alemania nazi o los países de Europa del Este, en los que la organización del sistema deportivo se orientaba a inculcar los valores propios del régimen y a alcanzar los mayores logros deportivos para demostrar al mundo (pero prioritariamente a su propia población) la superioridad de su modelo social, incluyendo la manipulación sistemática de las capacidades físicas de sus deportistas con graves consecuencias para la salud.
En otros casos, sin llegar a esos extremos, está la utilización propagandística que cada Estado hace de los logros de sus deportistas, relacionándolos con el bienestar y la calidad de su sistema social y atribuyéndolos a una buena gestión política.
En general, las ideologías políticas contemporáneas se aprovechan de la popularidad del deporte, de su capacidad de levantar pasiones, para tratar de influir en la ciudadanía.
Esta utilización del deporte con fines políticos es la que ha llevado a muchas personas a afirmar que “hay que separar el deporte de la política”. Estas personas en algunos casos confunden una parte con el todo, el uso ideológico y propagandístico de los sistemas políticos con la Política como actividad orientada a la resolución de los problemas que plantea la convivencia colectiva, dejando así al deporte huérfano de ideología y sin capacidad de orientarse de un modo u otro a la sociedad.
En otros casos la visión es absolutamente interesada ya que bajo esa afirmación lo que están apoyando es la ausencia de un discurso político para el deporte, su organización y gestión bajo criterios tecnocráticos y de mercado. La tecnocracia sin ideología política que la oriente acaba orientándose por el mercado.
A pesar de esta utilización del deporte con fines políticos, el discurso político del deporte siempre ha sido secundario dentro del discurso político general. Si bien desde finales de los años 70 hasta inicios de los 90 había una política deportiva clara que apostó por la generación de una oferta deportiva ‘para todos’ con el objetivo de que dicha oferta generase una demanda por parte de la población, desde los años 90 las políticas deportivas se han difuminado, parece que no encuentran un objetivo claro sobre el que orientarse.
La lectura de los programas de los partidos políticos en materia de deportes a todos los niveles administrativos dan una muestra clara de esa falta de objetivos, de reflexión y de posicionamiento ante los nuevos problemas y oportunidades que ofrece el deporte para el desarrollo de las sociedades.
En general, las principales diferencias entre partidos podemos encontrarlas precisamente en las cuestiones históricas de la relación política-deporte, cuestiones identitarias y de conciencia social. De este modo podemos observar el peso que algunos partidos dan a las selecciones nacionales, a su representación internacional o a sus deportes autóctonos y la negación por parte de otros, sin contemplar las consecuencias de ‘aculturación deportiva’ que esta negación puede tener. Lo que causa extrañeza y sobre todo preocupación, es que sean básicamente estas cuestiones las que diferencian el discurso político entre unos partidos y otros.
El análisis de los distintos discursos políticos mediante la lectura de los diferentes programas nos lleva a una realidad vacía, llena de tópicos sobre el deporte base, la importancia del deporte como cultura, el deporte salud, deporte escolar o el valor social y educativo del deporte. Frases huecas cogidas de manuales clásicos que tratan de llenar el vacío de contenidos políticos reales.
En ocasiones es peor y cuando se trata de programas electorales municipales se recogen propuestas concretas sin un objetivo claro, más parecidas a una propaganda de ofertas (nuevas instalaciones, ampliaciones, ayudas económicas…) que a una propuesta seria de política deportiva. Las promesas en materia deportiva suelen ser de un clientelismo desvergonzado.
El deporte, como ámbito cultural y social que es y con la amplitud de herramientas que maneja, precisa de posicionamiento ideológico. Los criterios para apoyar a las asociaciones y clubes, la inversión en instalaciones, la ubicación de las mismas, el nivel de calidad de servicios públicos, sus precios, los objetivos y contenidos de los programas de deporte en edad escolar… en todas estas cuestiones y en muchas más, el posicionamiento político debe estar presente. No proyectar este posicionamiento ideológico desde el punto de vista propagandístico, sino desde el punto de vista social, que cada partido plantee estas cuestiones acorde a su ideología.
La ciudadanía tiene derecho a entender la lógica que se esconde tras las propuestas electorales en materia deportiva, lo que puede esperar de cada partido en función de su ideología. La lectura de los apartados dedicados al deporte en los programas políticos debería reflejar las diferencias que se muestran en el resto de ámbitos.
Las consecuencias de la falta de discurso político en torno al deporte son muy nocivas para el deporte en general y especialmente para el servicio público deportivo. Se olvida la capacidad que el deporte tiene para transformar la sociedad, para equilibrarla y mejorarla. El deporte tiende a limitarse a una cuestión a gestionar con un criterio tecnocrático, más centrado en sus aspectos de sostenibilidad económica que a sus capacidades sociales. Pasa a orientarse hacia unos clientes (reales o potenciales) de servicios deportivos y se aleja de los intereses ciudadanos, de sus opiniones y sus capacidades.