¿Ser segundo es premio o castigo?

Siempre me ha fascinado lo cruel que es la entrega de medallas en los deportes de equipo. El podium tributa pleitesía a los tres mejores equipos. El tercer clasificado, duchado y en perfecto estado de revista, se alegra. Ha ganado la final de consolación y se ha colgado la medalla de bronce. El equipo vencedor, toca el cielo al subir al cajón del número uno, el mejor equipo del planeta. Se sienten invencibles y son capaces de todo: es momento de celebrarlo a lo grande y dar rienda suelta a las emociones.  Y la medalla de plata es agridulce. Es un logro, pero la recibes al poco de perder. Pasar del desazón por la derrota a la sonrisa por el segundo puesto cuesta un montón…
Aunque el gran Ayrton Senna acuñó la frase que “el segundo es el primero de los perdedores”, yo reivindico la grandeza de los finalistas. Los que empujan al campeón a ser mejor, los que luchan hasta el final, los que vuelven a intentarlo para ser el número uno. 
Cuando quedas segundo, ¿sientes que has ganado a casi todos o te sientes el primer perdedor?

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