SAN DIEGO.- Tras la triste noticia, es su risa lo que queda en el aire. Eso será lo que muchos extrañarán ante la muerte de Tony Gwynn la mañana del lunes a los 54 años de edad.
Incluso cuando el cáncer se apoderó del cuerpo de Gwynn en los últimos años, sus amigos señalaron que su optimismo se mantuvo intacto. Durante 20 campañas con Padres de San Diego, Tony Gwynn nunca pareció tener un mal día, y ese podría ser uno de los mejores legados posibles para cualquiera. Esa risa fue acompañada por un carisma que encantó a todo un deporte a y toda una ciudad.
Era una sonrisa que hacía de Gwynn accesible para casi todos. Llegaba al estadio cuatro horas antes de un partido, en ocasiones con una cuantas hamburguesas, y hacía una muy buena imitación del hombre más feliz del mundo.
Gwynn dijo que aprendía algo nuevo cada día en el estadio y no veía la hora de estar ahí. Le daba la bienvenida a casi cada persona que pasaba por la puerta. Gwynn bromeaba con cualquiera. Se vestía lentamente, como si estuviera disfrutando de cada momento. Y Gwynn conversaba con todos (compañeros, periodistas, jugadores de otros equipos, empleados).
Hoy hay cientos de personas quienes están de luto porque este hombre extraordinario los hizo sentir importantes. Gwynn fue un pelotero dotado, un muchacho que estudió en la universidad de San Diego State con una beca de baloncesto. No jugó beisbol en sus primeros dos años universitarios. Sin embargo, cuando comenzó como pelotero, hizo cosas que seguirán discutiéndose con el pasar de los años.
El patrón que identificará a Gwynn es de batear de foul varios lanzamientos y luego darle al que estaba buscando para conectar un hit. Hacer eso con tanta frecuencia nunca se podrá explicar.
Gwynn era un obsesionado en el estudiar de videos. En ocasiones le solicitaba a su esposa, Alicia, grabar los juegos por televisión para que los pudiera estudiar después.
Gwynn también sabía de pitcheo. El coach de Gigantes, Tim Flannery, un compañero de equipo y amigo en Padres, le dijo al periódico San Diego Union-Tribune una historia de cuando caminaban de regreso al hotel en Cincinnati después de un juego que fue suspendido.
“Oye Flan, quiero que estés listo mañana, porque este muchacho me tirará un slider en su primer pitcheo, la enviaré hacia el canal del jardín izquierdo, empujaré dos para empatar el partido”, Flannery recordó a Gwynn decir.