
Mark Cuban decidió romper una combinación ganadora en Dallas. Vaya usted a saber por qué. En esa redada cayó José Juan Barea, un canastero que, en los playoffs, donde los Mavericks brillaron hacia el campeonato de
Barea quería regresar con sus compañeros en Dallas, pero Cuban no hizo el más mínimo de los esfuerzos económicos para retenerlo. Luego de hablar con el agente de José Juan se despidió de su armador con un: “sorry that we cannot sign you”. Y punto.
Los Knicks lo querían y con razón porque al estilo de juego de su dirigente se adaptaría perfectamente Barea. Sin embargo, los neoyorquinos solo podían ofrecerle un contrato de $5 millones en dos años y cuando Minnesota bajó con la oferta de $19 millones en cuatro años, se acabó el evento.
Curiosamente, el boricua pasa del equipo campeón al sotanero. Dicen que el coach Aldeman lo 'pidió' y eso es bueno porque los dirigentes tienen mucho que ver con el éxito que pueda tener un jugador. Ya vieron el caso de Carlos Arroyo con un Spoelstra que, luego de usarlo como regular por más de 30 partidos a la larga lo sentó y lo botó. Lo que le hizo Spoelstra a Arroyo fue una pocavergüenza. Esperamos que Barea tenga mejor suerte con los Timberwolves y nada me sorprendería verlo como su armador regular.
Resuelto el futuro de Barea, por ahora, queda pendiente el de Carlos Arroyo que ciertamente merece una oportunidad porque si Nueva York se la brindó a Bibby no veo por qué no podría dársela a Carlitos que tan y tan bien luciera en el Preolímpico de Argentina. Bastaría con preguntarle a profesionales como Ginóbili y Scola.
He querido incluir a nuestras dos estrellas del basket en este análisis porque ambos canasteros poseen los quilates necesarios para jugar en ese baloncesto de
Fufi Santori